Visiones desde Amantaní. Parte 1

Con base en una referencia previa, republico la siguiente historia originalmente lanzada al público el 23 de febrero de 2016 en este blog, pero con alguna edición extra. He intentado mantener la esencia del momento en que la escribí, como si me encontrara en aquel tiempo. Esta es la primera parte.

Estamos en el “techo” de la lancha otra vez, lo que se llamaría la cubierta. El sol resplandece en el cielo, es fuerte, pero el viento sobre el rostro genera una frescura inmejorable. En mi mente pasaba la imagen de quien lograba llenar mi espíritu en esos días. 

Mi felicidad me hacía pensar en ella, esa persona. Sé que conoces la sensación. Deseaba haber estado viajando también con ella. Tomé una foto y se la compartí con un mensaje, el cual respondió de la manera más simple posible. Acaso sea, a veces, mejor el silencio.

Por un rato, estuvimos allí arriba solo Liu y yo, pero luego subió una de las chicas estadounidenses, Hailey (nombre ficticio, como antes señalé). Técnicamente, con tres maestrías encima y especialista en fotografía y filmación, lo de “chica” queda corto. Nos sumergimos en una larga conversación donde diversos aspectos fueron tratados, incluyendo, por supuesto, películas. De alguna forma, llegamos al punto en que Liu sugirió que le contara a ella sobre la persona de quien escribía al inicio.

Fui solo breve, y recibí una respuesta mixta: una perspectiva negativa desde un ángulo positivo, como una extraña analogía 1. No tengo mucho más que agregar al respecto, excepto que se colocaron etiquetas con mucha facilidad. Por algún motivo, no quedé sorprendido. Sin embargo, toda la conversación fue una buena experiencia y práctica de inglés. 

Más adelante, si bien seguíamos los tres viajando en cubierta, nuestra conversación grupal había terminado, aunque me mantuve hablando un rato más con Liu. En cierto momento —no recuerdo si fue en este tramo del trayecto u otro—, estuvimos en la parte baja, pero no la interior, tratando sobre estudios y trabajo, nuestras tesis universitarias y posibilidades en el extranjero.

Liu en la actualidad 2 está en Francia estudiando su último ciclo de universidad, tras lo cual retornará a Perú. Por mi parte, estaba a la espera de los resultados de mi postulación a una maestría en Portugal. Luego, me enteraría de que no fui aceptado. En realidad, había quedado en lista de espera, pero es prácticamente lo mismo. La vida sigue, siempre sigue, y todo va quedando atrás con una velocidad impresionante. Era de la modernidad.


Llegamos a la isla Amantaní, que tiene una población aproximada de 4000 personas 3. Bajamos con el bagaje (nunca había usado esta palabra) esta vez 4. Avanzamos por el puerto y recorrimos un breve sendero escalonado en subida hasta llegar a la primera loma, donde un grupo de anfitrionas locales nos estaban esperando. En aquel pequeño trayecto, Liu entabló una amena conversación con Rocío, la peruana que ya había mencionado en mi publicación anterior, quien iba con Dani, su amiga alemana que no hablaba mucho español.

El guía empezó a dividirnos en grupos de tres y cuatro personas, cada uno de los cuales se alojaría en casa de una de las pobladoras que nos habían recibido. Liu pidió que nos agruparan con Rocío y Dani para completar cuatro, pero no sucedió. Tampoco es que ellas se hubiesen entusiasmado con la idea; hasta creo que pusieron cara de póquer. Apenas las habíamos conocido y el tiempo no había sido el suficiente para formar una mejor conexión.

Íbamos quedando al último. Finalmente, nos ubicaron con la señora a la que llamaré Agustina, pero no fuimos los únicos. Inicialmente, nos dio la impresión de que nos habían agrupado con la pareja mayor española, pero fue con la pareja joven cusqueña.

Fue un tramo ascendente por la isla de 25 a 30 minutos hasta llegar a la comunidad respectiva y, específicamente, a la vivienda de la señora Agustina, quien posteriormente nos explicó que Amantaní estaba conformada por 10 comunidades que, ante las visitas de turistas, se turnaban para recibirlos día a día. Por cierto, cargar mi maletín a mano no fue poca cosa.

Tenía nuestra anfitriona dos habitaciones de dos camas cada una ubicadas en un mezanine. Tras dejar nuestras pertenencias y un rato adicional, bajamos a almorzar: la señora Agustina ya nos estaba llamando. En el comedor de la cocina estuvimos primero Liu y yo; los cusqueños tardaron un poco más en bajar.

La comida era sencilla. Un detalle es que no se come carne en esta isla, o eso entendí, porque simplemente no está disponible, es difícil conseguirla. Y, si se trajera de otro lugar, refrigerarla adecuadamente sería complicado. No es imprescindible, valga aclarar, ya que lo que más importa es la vivencia del viaje y la magnífica atención recibida cuando uno está hospedado.

Nuestro almuerzo empezó con una rica sopa de quinua. Siguió con un plato de papa, oca y un trozo de queso frito, con la opción de servirse, como acompañamiento, ensalada de verduras y ají. Finalmente, mate de coca al natural. Al inicio, conversábamos entre los tres: nuestra anfitriona, Liu y yo.

En cierto momento, nos preguntó dónde trabajábamos y cuál era nuestro sueldo. ¿Qué puede responderse a algo así en una situación como aquella? Podría seguirse, al menos, tres caminos: callar, inventar o, simplemente, la verdad. ¿Cuál sería el inconveniente? Al fin y al cabo, la persona lo está preguntando en un ambiente de confianza, en la vivienda donde te está hospedando y atendiendo, sabiendo que después de este viaje quizás no existirá otro encuentro ni las caras se recordarán. ¿Por qué habría de existir recelo en contestar? Si es un asunto considerado privado, sería totalmente entendible, pero, por otro lado, tratar a las personas con pena, ni hablar, conmigo no va.

Resulta que yo respondí a su pregunta no sin antes pensar rápidamente sobre estas cosas. No sentí la necesidad de ocultar esa información y, mucho menos, mentir. Por su parte, Liu respondió sin usar números y luego me criticó en privado por haber respondido la pregunta de esa forma. En cuanto a mí, no gano un sueldo de alarde, para nada 5.

Tal disyuntiva me hace pensar 6 en una percepción a nivel general que tengo, y es que la gente tiende formarse ciertas susceptibilidades con estas cuestiones. Es más, me animo a decir que, en un mundo cuantitativo y capitalista, es de esperar que las personas sientan que valen como la cantidad de dinero que ganan.

De todas maneras, acepto que puede ser una información sensible y, particularmente, prefiero la privacidad, aunque pueda conceder excepciones. Cada contexto es distinto. Quizás, también, sea el simple hecho de evitar que los demás nos vean, comparen y juzguen como si fuéramos ese número o se hagan miles de ideas a partir de ese número, lo cual no resultaría agradable.

Igual, lo vi también como una experimentación personal. En fin.


Minutos después bajó la pareja cusqueña. Yo fui el que menos comió. La verdad, el sabor repetitivo del segundo me agotó, pero la sopa ya había bastado en gran medida. Los demás sí comieron todo o casi todo. Después, la señora Agustina nos habló de su trabajo de tejido y nos presentó sus productos. Le compré unos guantes a 10 soles porque los iba a necesitar. El cusqueño le compró una chompa.

Posteriormente, regresamos a los cuartos. Nos había dicho el guía previamente que, después del descanso posalmuerzo, nos reuniríamos en la plaza, un campo de fulbito que estaba más abajo, para subir al monte Pachamama, cuya cumbre es el punto más alto de la isla. (En una página asociada al Mincetur, vi que su nombre es Llacastiti y su cumbre está a una altura de 4130 m s. n. m. 7)

Notas

1 No recuerdo ya nada de lo dicho. Habrá quedado, seguramente, en alguna parte de mi inconsciente.

2 Es decir, al día en que publiqué la primera versión de este texto en el blog. Es un detalle solo aplicable a dicho periodo.

3 No he verificado si sigue siendo así. En aquella oportunidad, ese era el aproximado.

4 Al momento de publicar esta segunda versión, sigue siendo la única vez que he usado “bagaje” para “equipaje”.

5 Mantuve el presente de la versión original para no alterar el marco temporal en que aconteció.

6 Igualmente, decidí no alterar el marco temporal.

7 En la versión original había adjuntado un enlace, pero ya no existe, por lo cual lo quité. En realidad, lo habría removido de todas maneras.

¿Todo bien?