Aquel viejo inicio

El 31 de diciembre de 2015 publiqué la primera entrada de este blog. Por largo tiempo había querido tener una plataforma donde contar historias sobre las experiencias que tenía, sobre todo en viajes y conciertos, y no había encontrado en las redes sociales un espacio para hacerlo. Había intentado iniciar muchas veces, incluso en la era «Hi5», pero siempre me perdía en el camino. En Facebook, tampoco pude, pero, en definitiva, buscaba dejar de ser solo un «publicador de fotos» y mostrar, en cambio, el contexto que estaba detrás.

Durante aquel año, a través de un trabajo administrativo que tuve en mi universidad, me convencí de que WordPress era la plataforma que estaba buscando. Las redes sociales generan mucha distracción. En aquella época, ya estábamos todos en Facebook, pero escribir historias no era su finalidad, a pesar de que tenía la utilidad no solo para publicar entradas (que no era lo que resaltaba en los perfiles), sino escribir ancho y tendido en los pies de foto.

Por supuesto, lo que ahora se llama «historias» en las redes son videos cortos de mil cosas y de nada a la vez, con un periodo de caducidad. En sus inicios, se habían popularizado por los bailecitos tontos que grababan mayormente adolescentes. Sin embargo, WordPress era un espacio dedicado a las páginas web y los blogs, o una combinación de ambos. Seguramente, no era la única opción en el mercado, pero confié lo suficiente como para no buscar mucho más.

Ya se ha superado los ocho años desde aquella primera entrada, y he experimentado mucho con la interfaz de WordPress y sus cambios en el tiempo, y me he quedado corto con todo lo que tiene para ofrecer. Asimismo, he puesto mucho en práctica el estilo libre de escritura, la argumentación, la crónica y más. Por supuesto, hay una gran diferencia entre escribir para un blog autobiográfico que para otras fuentes de publicación. Los estilos —y las reglas— son muy distintos, pero ello no quita que dicha práctica haya contribuido de manera positiva a mi vida.

No mucho después, empecé a escribir sobre el viaje que había realizado a Puno poco antes de Navidad de dicho año —el primero de cuatro viajes alrededor del Perú que me llenaron de vida para afrontar el año que empezaba, el 2016—. Además, era la primera vez que viajaba a la región y fue una experiencia absolutamente gratificante. Sin embargo, esos textos que escribí se sienten tan lejos en este momento, que tengo todo el deseo de revisitarlos.

En alguna otra entrada, ya había adelantado que estaría haciendo esto con algunas entradas pasadas. Quiero volverlas a sacar a la luz, con su texto revisado, pero sin modificar la base. Es decir, mi intención no pasa por alterar los aspectos que decidí contar en aquel momento ni las sensaciones que decidí transmitir, y menos la manera en que lo hice. No obstante, mi revisión será para dar un nuevo tratamiento a las imágenes que acompañan el texto, agregar aclaraciones de ser necesarias, complementar los textos si me resulta deseable, y editarlos sin cambiar su esencia, como lo venía comentando, si lo considero mejor. Por practicidad, me será conveniente, asimismo, generar nuevas entradas y no trabajar sobre las antiguas, las cuales eliminaré.

Quienes han seguido este blog después, o mucho después, de haber lanzado aquellas primeras entradas, podrán conocer ahora que ellas existían y las tendrán frente a sus ojos si les apetece leer su nueva versión.

Rumbo al infinito. Titicaca, ¡allá vamos!

¿Todo bien?