Impactos. Parte 2

Con base en una referencia previa, republico la siguiente historia originalmente lanzada al público el 14 de febrero de 2016 en este blog, pero con alguna edición extra. He intentado mantener la esencia del momento en que la escribí, como si me encontrara en aquel tiempo. Esta es la segunda parte.

Llegamos a Uros —de forma más específica, a una de las islas flotantes de los Uros—. Nos recordó el guía que era apreciado usar el término “hualique para saludar (y resulta que también para despedirse). “¡No, chino, no es ‘huarique’!”. Técnicamente, uros son los pobladores de dichas pequeñas islas artificiales, construidas por ellos mismos a base de totora en un lugar del lago donde puedan encontrar una superficie más o menos estable. Allí, empiezan a entretejer las ramas alargadas de la totora hasta formar la base donde levantan sus viviendas. Aquella superficie está también conformada por totora, que crece desde el suelo del lago. Francamente, es un trabajo espectacular. No imagino cuánto demora hacer una de estas islas, pero sin duda debe ser una ardua labor y un arte.

En la islita (de cariño) que nos tocó desembarcar, nos pidieron sentarnos en una especie de larga banca formada también a partir de totora y en disposición de medialuna. Una vez allí, una pobladora local nos empezó a explicar, de forma muy amena y usando maquetas, cómo se construye una isla así y cómo se vive en ella. En cierto momento, empezó a rotarse una rama de totora entre los espectadores como aperitivo, dado que también es alimento: tan solo hay que pelarla y ya está.

A nuestro costado derecho estaban las chicas. Al recibir la totora, la probé y la verdad es que no tenía sabor, por lo que comenté: “Esto sabe a aire”, lo cual provocó sus risas, y aprovecharon el momento para generar integración haciéndonos el habla. “¿Ustedes también son chilenos?”. “No, somos de Lima”, y algo más de conversa. Al otro costado, un ave se hallaba sumergida en una profunda reflexión hegeliana. Era el inicio de la confianza.

En la isla nos ofrecieron un paseo en una balsa peculiar a la que llamaban “Mercedes Benz”, un servicio que costaba 10 soles adicionales. Bueno, qué más da, vamos.

No todos subieron, pero sí un buen grupo. El paseo era por los alrededores de nuestra isla y más allá. Sin embargo, antes de empezar a navegar, la señora y una vecina o familiar nos cantaron una canción en tres idiomas: español, quechua y aimara, su lengua principal. Estuvo genial, aplausos.

Inicialmente, estaba yo en la parte de arriba de la balsa: tenía un cubículo donde podía ir la gente para protegerse del sol y, sobre este, alcanzaba para cinco o seis más. Allí estaba, en principio, con Liu, una tímida alemana llamada Dani, su agradable amiga peruana llamada Rocío, y una pareja mayor: una conversadora peruana y un introvertido español de Barcelona, ambos, viviendo en esta ensoñación de ciudad.

Conversaciones por aquí y por allá, cambios de posición en la balsa, historias contadas por su conductor uro, y una inmensa belleza y calma a nuestro alrededor. ¿Puedes creer que las nuevas parejas casadas de uros construyen su propia isla para vivir y, si en el camino llegan al punto de “diferencias irreconciliables”, llegan a partir su isla en dos? Qué cosas tiene la vida.

Más adelante, me encontraba ya viajando en la parte de abajo con Liu, quien gustó de remojar sus pies en el lago y se animó a comer más totora. Otra totora me fue alcanzada por las chilenas, que también la estaban comiendo. Un poco antes de retornar al punto inicial y bajar de la balsa, el extrovertido chino tomó una foto grupal que quedó espectacular. Fue un buen paseo.

Quedaban unos minutos libres adicionales. Subí por medio de una escalera empinada a un pequeño mirador y tomé fotos desde allí a una señora que me lo pidió. Luego subió Liu. Intentamos animar a las chicas a subir, pero no quisieron. Tampoco es que hubiese habido suficiente espacio. Mi amigo le pidió a la linda pelirroja que nos tomara una foto desde abajo, aunque no llegué a verla. Luego caí en la cuenta de que no necesariamente era la mejor idea para una foto.

Una furtiva foto de las chicas. Y a ella, cómo olvidarla.

Hualique, se acabó el tiempo, hora de subir a la lancha nuevamente y seguir nuestro camino hacia Amantaní.

Fotos y dos videos reunidos hasta este punto del viaje. Puede verse en 1080p (HD).
¿Vivirías como un uro en medio de la inmensidad?

¿Todo bien?