Mi primera actividad del flamante año nuevo la realicé en familia. Habíamos coordinado con anticipación visitar el Parque de las Leyendas, en la sede San Miguel —el principal zoológico de Lima—, y tuvimos un inicio temprano, antes de que estuviera abarrotado de personas que lo visitarían en el feriado del 1 de enero, también en familia, para disfrutar de los animalitos.
Para muchas personas, ninguna organización que mantenga animales en lo que considerarían un cautiverio debería existir. Sin embargo, en esta publicación, me abstendré de opinar más sobre el tema. Tan solo lo planteé para que, quien me lea, sepa que estoy al tanto de ese debate. El resto de mis palabras vendrán desde la alegría que me causó realizar este paseo de inicio de año con mi familia.
En ocasiones anteriores, habíamos empezado visitando la zona selva y, a mi solicitud (con presión incluida), la zona sierra. En esta oportunidad, propuse iniciar por la zona costa, pero la incorrecta elección de camino, junto con señalizaciones que no fueron tan precisas, nos desvió por otros lares.
Pero antes, ni bien estuvimos en nuestros pasos iniciales, tras unas fotos en las letras que reciben a los visitantes, una guía nos ofreció un recorrido gratuito y breve en la huaca San Miguel, que se observa tan solo al ingresar. Por supuesto que aceptamos.
Dicho sitio fue habitado por la cultura Ychsma. En realidad, como señala el díptico que nos fue compartido, se trató de uno de sus edificios administrativos y ceremoniales. Los Ychsma habitaron entre el 1000 y el 1532 d. C., y terminó siendo anexada al Imperio inca. Por lo observado, fue la cultura más importante en el territorio que hoy ocupa Lima Metropolitana; sin embargo, si ampliamos la vista a hacia fuera de la provincia de Lima, la cultura Ychsma fue contemporánea a la cultura Chancay, que arrancó en 1200 d. C. y coincidió, en su final, con el de aquella. Estos datos los obtuve de la línea de tiempo que muestra el museo de sitio Ernst W. Middendorf, inaugurado en 2003 y que también se encuentra dentro del parque.
En realidad, la huaca San Miguel es uno de los cincuenta y cuatro sitios arqueológicos contenidos en el área del Parque de las Leyendas, y ha recibido restauración, como es usual, manteniendo partes antiguas visibles para poder apreciar cómo había quedado. Tales sitios conforman el Complejo Arqueológico Monumental Maranga, declarado Patrimonio Cultural de la Nación el 31 de octubre de 2003.
Tras la visita, seguimos nuestro camino en dirección de lo que, consideramos —o, mejor dicho, «consideré»—, sería la costa, pero los avisos nos quedaron cortos. Aun así, decidimos no destejer nuestros pasos y disfrutar de lo que nos sorprendiera en la ruta. Desembocamos en la granja e, inevitablemente, ingresamos. Solemos sentir una cierta familiaridad con estos animalitos y, en particular, me gusta mucho ver a los chanchitos y vaquitas. A la salida, intentamos visitar el biohuerto, pero no estaba abierto al público.
Antes de la granja, asimismo, habíamos pasado por unos camellos; luego, los búfalos —refrescándose como siempre en su piscina— y, finalmente, los avestruces, tan singularmente imponentes, entre otros animales (no fotografío a todos los que aparecen a mi vista). Caminando, nos aproximamos al felinario, al cual, inicialmente, no había tenido intención de ingresar, pero la familia se animó.
Fue una grata sorpresa, ya que pudimos ver al majestuoso león blanco, además de los otros felinos que andan rondando —y durmiendo— por allí. De todos ellos, mi favorito sigue siendo el tigre blanco: uno de los mamíferos más espectaculares que he visto. El felinario, inaugurado en octubre de 2010, fue una de las mejores inversiones que se hicieron en el parque (en el pasado, los grandes felinos habían estado en jaulas). Sin embargo, al haberlo recorrido ya varias veces, me queda la sensación de que podía haberse ampliado aún más. Si bien hay restricciones de espacio, un futuro gran proyecto podría considerar usar el subsuelo, pero quedando al aire libre, como ahora.
Más allá, unas imágenes de personajes antiguos, pintados, en estilo caricatura, en dos muros que dejaban un ingreso al centro, nos hizo sentir invitados a pasar a la huaca Cruz Blanca, otro edificio administrativo y ceremonial de la cultura Ychsma, pero esta vez no hubo guía para hacer el recorrido, aparte de las informaciones visuales.
Como me quedé leyendo y tomando algunas fotos, el resto de mi familia y yo nos separamos momentáneamente, pero después nos volveríamos a encontrar en el museo Ernst W. Middendorf, que estaba al final. Aunque, antes de ingresar, hice el recorrido del cactario. Tan solo estar allí, en esa pequeña loma con sus senderos trazados, me hizo sentir como si no estuviera en Lima Metropolitana.
El Middendorf recibe a sus visitantes con una magnífica línea de tiempo que va desde el periodo lítico y precerámico hasta la república, donde se resalta la línea de las culturas de la costa central del Perú. La cultura Ychsma pertenece, por ejemplo, al periodo intermedio tardío, casi posterior al imperio Huari, cuando empezaron los estados regionales (no me preguntes, que no conozco mucho de estas denominaciones). El museo se enfoca, por tanto, en lo hallado al interior del Complejo Arqueológico Monumental Maranga, con énfasis en la cultura Ychsma. Incluye reconstrucciones para una mejor visualización.
Aquel día, se estaba exhibiendo una exposición sobre el encuentro de las culturas Lima (300 – 800 d. C.) y Mochica (Lambayeque, 150 – 700 d. C. —este periodo, de Wikipedia—), gobernada por el Señor de Sipán. Inicialmente, pensé que se trataba de una exposición temporal, pero en la web vi que se inauguró, también, el 2003 y es permanente. Dos puntos altos fueron la recreación, en tamaño real, del gobernante y su corte, que incluía a su esposa, y su tumba. Estoy lleno de deseo de viajar a Lambayeque, en el norte del Perú, por primera vez y visitar el sitio arqueológico real.
Estar en este museo nos motivó a buscar los otros dos museos del parque, pero nos enteramos de que el Museo del Petróleo ya no estaba en funcionamiento, aunque sí el Kalinowski, de animales disecados y reproducciones a escala de otros. Este museo se haría más atractivo si se mejorara su iluminación; quizás, se esté buscando preservar los materiales y las pieles, pero no le haría mal, a parte de la luz, un mantenimiento general para renovar su atractivo.
De salida, decidimos ir a la zona selva, pero a esa hora de la mañana había tanta gente que el recorrido ya no se hacía tan atractivo debido a los amontonamientos, así que pasamos rápido. Eso sí, una de mis metas era ver de nuevo al oso hormiguero y, principalmente, a los capibaras. Me he quedado prendido de la canción que le han compuesto los brasileros y que suena por las redes. Si bien no hay una buena visual del oso por su constante caminar y el reflejo de la luna, los capibaras se encuentran al aire libre, pero los vi descansando a lo lejos esta vez.
Para terminar, pasamos un rato por los sajinos y luego decidimos que había llegado la hora del almuerzo. Habíamos concretado, una vez más, un bonito paseo en familia. ¿La zona costa? Será para la próxima.



Claro que sí
Me gustaLe gusta a 1 persona
Momentos inolvidables. Por más caminos juntos por recorrer en familia.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Y aún está pendiente la zona costa, jajaja! Ahora sí, la próxima.
Me gustaLe gusta a 1 persona