El hilo fantasma. Percepciones. Parte 3

Alma había tomado conocimiento de unos hongos que crecían en el bosque, los cuales, si bien eran para consumo, esto debía hacerse mediante la cuidadosa remoción de su lado venenoso.


Ella se dio el tiempo de estudiar la conformación de estos hongos y preparó una sustancia que vertería sobre la bebida de Reynolds. Al día siguiente, cuando ya solo quedaba un día para la entrega del vestido de novia de la princesa francesa –su envío a Bélgica para el matrimonio–, se vería él severamente golpeado por la afectación a su salud y, en una caída, dañaría el vestido. Trágico, ya que tamaña calidad de trabajo iba a ser difícil de recomponer en el tiempo que quedaba.

Foto de Lum3n.com desde Pexels.

Así, no le quedó otra que postrarse en cama en medio de un estado corporal descendido a lo paupérrimo. Alma había aprendido que, luego de periodos de amplio estrés para él, seguía un descanso profundo, en cama, con las defensas (emocionales) bajas, y es cuando podía ser abordado. Eran esos momentos en que ella gozaba de poder acercarse a él de una manera más íntima, engreírlo frente a su deseo –no expresado– de ser engreído por una mujer, quien, quizás, pudiera evocar a su madre. No obstante, en esta ocasión, Alma había ido al extremo, con riesgo de muerte para él –y quién sabe si con esa intención también–, para tenerlo en cama y hacerlo totalmente dependiente de ella, incluso por encima de la hermana. Alma había dado la vuelta a la balanza: le tocaba ahora tomar el poder.

Se hizo malabares para recuperar el vestido a tiempo con Reynolds en cama. En sus alucinaciones debido a la enfermedad, acompañado de una alta fiebre, él veía –sentía– a su madre en la habitación, y le hablaba. Le decía que la necesitaba en su vida, pero ella nunca respondía; tan solo estaba allí, parada al lado de la pared, observando, con su vestido de novia puesto, como en una fotografía que él guardaba con cariño. Poco después, cuando finalmente empezó a recuperarse, pidió matrimonio a Alma, quien aceptó. Él la vio como la persona que lo iba a acompañar en vida. ¿Alguna otra mujer se habría dedicado tanto tiempo a cuidarlo en un momento tan dificultoso? Él no permitiría que doctor alguno lo examinara más allá de lo superficial, sino solo ser atendido por ella.

A través de la propuesta de matrimonio, él accedía a relajar su postura, suavizar sus reglas, y ella empezó a posicionarse más en la casa y su vida con total conciencia de ello. Cabe resaltar la notoria diferencia de edad entre ambos, lo cual era la base de deseos diferenciados sobre entretenimiento. Frente a su juventud, el movimiento y la espontaneidad clamaban por su energía, mientras él no estaba preparado para seguir ese ritmo. Ni lo deseaba. Ante esta incompatibilidad de caracteres, la relación empezó a estragarse otra vez. Su apertura al cambio había empezado a afectar seriamente su concentración y estilo de vida, hasta que despotricaría de ello ante su hermana, sin darse cuenta de que los oídos de su esposa lo estaban escuchando.


Ella había pasado a trabajar de camarera en un restaurante en las afueras de la ciudad a ser asistente en la Casa Woodcock, donde también alternaría como modelo de los vestidos –para él, su cuerpo era el adecuado para lucirlos; «el cuerpo perfecto», como diría su hermana–, lo cual implicaba llevarlos puestos en sesiones fotográficas para la prensa y desfiles privados. Podemos pensar, sin menospreciar ningún trabajo, que, por la diferencia de envergadura laboral y estando en su plena juventud adulta, ella no se iba a desprender tan fácilmente de su nuevo estilo de vida. Es decir, frente la vida monótona, sin espontaneidad, que había encontrado en él, ¿por qué no, simplemente, buscar otro rumbo?

Y, si había amor de por medio, ¿cómo se explica el envenenamiento? Siempre es tan compleja la naturaleza humana, que no puedo ser ligero sobre la vivencia y expresión de amor de Alma, o de Reynolds. Sí diré que ese amor, en ambos personajes, se había tornado, o se estaba tornando, en, para usar un término asociado al lenguaje de Freud, perverso.

Alma necesitaba tomar acción una vez más. No obstante, esta vez, su honestidad sería brutal.


Índice

Percepciones. Parte 1 

Percepciones. Parte 2

Percepciones. Parte 3

Percepciones. Parte 4

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