Declaración por mis 33 años cumplidos

De alguna forma, trato de condensar tantas proyecciones que abarcan mi mente en el tiempo que me queda por delante, sin que sepa necesariamente cuál será su extensión. En definitiva, esto último no es algo que ocupe mi mente. De lo contrario, no se podría vivir. Sin embargo, lo primero sí está presente siempre. Es decir, hasta qué punto podré hacer lo que deseo hacer. ¿Podré llegar a donde deseo llegar? ¿Cómo me sentiré si eso nunca llega a darse?

El 24 de abril cumplí 33 años de vida. Ese día, como suele suceder, fue un día como cualquier otro, donde personalmente no planifiqué algo especial. Esto, como lo menciono, a nivel personal. Sin embargo, fui invitado a almorzar por mi mamá y mi hermana y, durante el día, estuve recibiendo diversas felicitaciones de amigos, amigas y contactos. Por la noche, tuve un curso en la universidad y, al retorno a casa, recibí mi canción de cumpleaños.

La primera persona que me saludó, tan solo poco después de cambiar de día, fue mi muy querida amiga Magda, quien me escribió por el acontecimiento. Por la mañana, me llamó mi buen amigo Waldi, con quien grandes proyectos tengo a futuro. Asimismo, por la tarde, justo mientras esperaba mi rico plato, me sorprendió una llamada de alguien a quien también aprecio bastante, mi buena amiga Ingrid, a quien no veo hace mucho tiempo, pero con quien mantengo contacto de cuando en cuando. Fue ella misma quien un día me preguntó por este blog, si es que seguía escribiendo. Le indiqué que sí, y me animó a volver a publicar mis escritos en mi perfil de Facebook, ya que ello le facilita a ella leerlos. Es así que he decidido volver a hacerlo, empezando por el presente.

Hace poco, me encontré en Huánuco después de ocho años. Huánuco es la tierra de mis padres y su ascendencia y, si bien yo nací y me crié en Lima, y considero que soy de donde me crié, me siento orgulloso de llevar sangre de la sierra peruana en mis venas. En Huánuco, me encontré con dos personas a quienes no veía hace tiempo: Shirly, de quien fui colega en la última empresa en que trabajé, y Carolina, de la universidad. Me encantaron los momentos que pasé con ellas. Asimismo, de manera especial, guardaré un muy bonito recuerdo de mi encuentro con la primera, ya que, aparte de haber sido más extenso, si bien no nos habíamos conocido muy bien antes, la familiaridad que formé con ella fue fantástica y muy rápida, y me gusta saber que hemos iniciado una amistad basada en una gran confianza, grandes conversaciones y, también, magníficos silencios.

Justamente, una de las cosas de las que hablábamos era sobre cómo van evolucionando las percepciones a medida que pasa el tiempo, las maneras de entender y sentir el mundo. Ello me da cierta tranquilidad, porque quizás no me deba obsesionar por lo que mencionaba al inicio. Pasan cosas muy grandes en mi mente en estos momentos. Siento que el mundo es inmensamente amplio a todo nivel y el solo hecho de estar vivos nos debería motivar a pensar en ir tras objetivos sin fronteras. A este sentir he llegado en este punto en mi vida, cumplidos los 33, una filosofía que vengo desarrollando a nivel puramente personal desde el 2014, a raíz de una intensa experiencia que tuve durante aquel año. No desearía volver atrás, aunque sí habría querido hacer mejor algunas cosas que hice. Lo dejaré ahí nomás.

Ayer pasé una bella tarde y noche junto con alguien a quien ya he mencionado líneas arriba, Magda, en el Fiteca 2018 (Fiesta Internacional de Teatro en Calles Abiertas) en su primera fecha, coincidente con el Día Internacional de los Trabajadores. Mucha algarabía, amplia presencia de colectivos y vecinos y vecinas de diversos barrios de la zona y de otros lugares. Ha sido bueno haber visitado por primera vez este festival y en el lugar en que fue, La Balanza en el distrito de Comas, ya que ello renueva mis energías para seguir caminando en aquello por lo que lucho. Y aún falta mucho por recorrer.

No podría sentirme más vivo.