El nombre de Amnistía Internacional lo había escuchado gran parte de mi vida, pero nunca, hasta hace algunos años, había sido consciente de su relevancia a nivel mundial. Mi mente relacionaba el nombre con la imagen no definida de algo radical, lo cual me hacía sentir incómodo. Me decía: «Yo también quiero el cambio, pero quiero hacerlo desde otras formas». Ahora que poseo un mejor conocimiento de Amnistía Internacional, veo que la imagen de lo radical se mantiene, pero desde una perspectiva constructiva. Y es que no puedes pensar en cambiar el mundo si, primero, no te cambias a ti mismo y, segundo, si no eres incisivo y persistente en lo que buscas.
Empecé aportando firmas para las diversas causas que promociona. Leía los artículos publicados y pensaba: «Esto no puede ser. ¿Qué rayos está pasando con esta realidad?». No es que no tuviera un entendimiento sobre lo que estaba (está) pasando con la realidad, pero se siente diferente cuando empiezas a involucrarte un poco más en los temas de alguna manera. La propia idea de estar recolectándose firmas para aportar a una causa te hace sentir parte de algo, de un movimiento vivo.
Mi conciencia social se vio fortalecida con el estudio de la Maestría en Psicología Comunitaria de mi universidad, la Pontificia Universidad Católica del Perú, que empecé el 2012, de donde, a manera de electivo, además, llevé un curso obligatorio de otro posgrado, la Maestría en Derechos Humanos. Ese curso se llamó Derechos Económicos, Sociales y Culturales, con el profesor Miguel Canessa. Grandes lecturas, reflexiones y aprendizajes. Era un camino que quería seguir desde antes, pero que recién empecé a desarrollarlo a partir de la Psicología Comunitaria. Si bien desde la Ingeniería, mi formación de base, se habla de la responsabilidad social empresarial, se obtiene una perspectiva mucho más amplia (inmensamente más amplia) si se estudia la transformación social desde una formación en Humanidades.
Sobre Amnistía, recuerdo que solía leer las maneras en que podía ampliar mi aporte a la institución, hasta que un buen día me decidí hacer una pequeña donación puntual. Inmediatamente recibí la condición de socio y me pasaron la información que necesitaba saber. Ya tenía Amnistía, de todas maneras, el registro de mis firmas. Un tiempo después, pedí realizar una donación permanente a la institución, una breve cantidad mensual que planeo incrementar a futuro. Aunque el aporte sea pequeño, me hace sentir mejor el saber que lo estoy haciendo, que no estoy siendo indiferente.
En la continuidad de los días, empezaron a llegarme boletines, revistas (digitales e impresas), información de las asambleas y proyectos, invitaciones para talleres y cursos, etc. Fui a las presentaciones del informe de 2014-2015 en el CCPUCP y de 2015-2016 en el LUM, a dos talleres de formación y sensibilización sobre la perspectiva de género y diversidad, y al reciente conversatorio que organizó el Grupo 1 sobre el día de la Nakba*. Ahora que pueda organizarme bien, daré inicio a un curso virtual sobre los derechos de las personas refugiadas.
He visto también la participación de las y los voluntarios de Amnistía en marchas a las que he asistido. Suelen ser un grupo muy animado y uno de los de mejor organización. En general, espero seguir teniendo interacción con esta importante y necesaria institución a futuro, y estaré contando algunas de las experiencias por este medio.
Sigamos adelante.
*15 de mayo, día en que las y los palestinos recuerdan el inicio del éxodo de más de 700 mil palestinos y palestinas de sus tierras.
La foto de portada fue tomada del Facebook de Amnistía Internacional Perú.