Vania y Fausto

Fausto. Un nombre que he escuchado toda mi vida. Se constituyó como una leyenda en mis pensamientos. El Fausto de Goethe, una de las obras más importantes de la literatura universal. Es una lástima que aún solo haya leído la primera parte. Sin embargo, antes de haberlo hecho, se había abierto la temporada de Fausto en el Teatro La Plaza, uno de los teatros más importantes de la escena limeña. La obra teatral, que se presentó del 30 de abril al 23 de junio de 2015, se basó, justamente, en esa primera parte.

Ya en Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, de Marshall Berman, había leído, en las magníficas proyecciones de este gran pensador, las implicancias de Fausto como representación de la transformación del hombre dentro del mundo moderno. Soy un amante del teatro, y tenía que ir a ver esa obra.

Una vez el día de la función, conocí en el folleto qué actores y actrices interpretarían a los personajes. Allí vi la foto, por primera vez, de una actriz llamada Vania Accinelli, quien sería Margarita. Cuando ella salió a escena y la vi actuar, quedé impresionado. Una actriz muy talentosa y bella, tan natural, carismática y expresiva.

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«Oprimido está mi corazón, huyó de mí el sosiego; nunca lo recobraré, nunca, nunca más. Allí donde no le tengo a él, es para mí la tumba; el mundo entero está para mí lleno de amargor.» / Fuente de foto: página de Facebook.

En lo sucesivo, la he visto en otras obras también, y hace ella, además de teatro, cine y televisión. Un buen tiempo atrás, algunas palabras llegamos a intercambiar a través de su Facebook público. Allí, le había comentado que iría a ver la obra que, ya en otra temporada, estaba presentando, y la esperaría al final de la función para que por favor firmara un libro mío. En todo momento, su buena onda y amabilidad se mostraban cristalinamente.

Aquella obra era Vanya y Sonia y Masha y Spike, la cual vería por segunda vez. En esa oportunidad, fui con mi amiga Stella, con quien suelo ir a ver teatro y quien forma opiniones sumamente interesantes sobre lo visto. La temporada se estaba realizando en el Teatro Larco. Como le había señalado, allí estuve al final de la función, cerca de la puerta de salida, esperando a Vania mientras los espectadores iban saliendo y los otros actores y actrices también. La última en salir fue ella, y me le aproximé. Le dije que fui yo quien le había escrito y se alegró genuinamente.

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Genial edición de Fausto.

Noté que unas personas cercanas a ella la esperaban afuera, pero no marcó una diferencia en ese momento. Ella tomó el libro y se emocionó por la edición (de Cátedra), dado cómo estaba estructurado y los estudios y ensayos que contenía. En medio de la conversación, me corrigió un dato: Fausto tiene dos partes, no tres.

Con el libro y el lapicero que le di, me dijo amablemente que iba a pensar qué escribirme, y retrocedió a sentarse en unas escaleras. Entendí que necesitaba su espacio. Por mientras, conversaba con mi amiga sobre la obra. Unos minutos después, me acerqué a Vania, quien yacía sentada en las escaleras del lugar, aún decidiendo qué escribir. Le pregunté por su siguiente temporada en Microteatro, donde actuaría en La amiga de mi amiga. Me explicó cómo funcionaba el sistema y me animó a ir. Asimismo, me preguntó si estaba apurado, con el deseo de no hacerme demorar; le respondí que no. Quizás haya interpretado mi presencia en ese momento de esa manera, por lo que me alejé para no generarle esa sensación.

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«¡Cómo! ¿No sabes ya besar? Amigo mío, tan poco tiempo que estuviste lejos de mí, ¿y te has olvidado ya de besarme? ¿Por qué estoy tan angustiosa a tu cuello, cuando otras veces, a tus palabras, a tus miradas, todo un cielo descendía sobre mí, y me abrazabas cual si quisieras ahogarme? Dame un beso, o te lo doy yo a ti.» / Fuente de foto: página de Facebook.

Un momento más y ella regresó donde nos vimos inicialmente y me dijo que ya había terminado. Me devolvió el libro y el lapicero. Le agradecí y ella también a mí. Nos despedimos con un beso y luego se despidió de mi amiga. Después, ya cada quien siguió su camino.

Poco después le escribí un mensaje largo para agradecerle nuevamente por su gentileza y, además, expresarle mi admiración y desearle lo mejor. Le conté, además, que quería mucho a una amiga mía a quien hace poco le había dicho en un mensaje que personas como ella hacían la diferencia en el mundo, y ello me dio paso para decirle a Vania que también la consideraba una persona de grandeza sin límites por su arte y su forma de ser. Ella se sintió muy halagada y me agradeció. Asimismo, me animó a seguir yendo al teatro, no solo a sus obras, sino a todas las que pueda. Ya no le dije que el teatro es una de mis pasiones.

Vania, si alguna vez lees esto, te deseo lo mejor del mundo. Gracias por la amabilidad que me mostraste. Un abrazo inmenso de mi parte.

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Mi recuerdo. Jamás olvidaré tus palabras.

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