Hamlet moderno, pero tan clásico como siempre: notas experienciales sobre el Centro de Lima. Parte 1

En octubre del año pasado, una vez más, estuve en un teatro para ver Hamlet. Se trató del magnífico Teatro Municipal, enclavado en el Centro de Lima, quizás, el entorno perfecto para esta nueva puesta en escena. Te diré por qué.

Puedo pensar en el Centro de Lima como sujeto del intento de la Municipalidad Metropolitana de Lima por recuperar espacios y/o mejorarlos urbanísticamente a través de la labor de sus órganos adscritos, espacios que, o bien otrora fueron de gran esplendor, o bien no existieron de la manera en que podrían idearse ahora. O puedo pensar en él como aquel conjunto de tramos, muchos bizarros o ajenos a toda lógica, que se mantienen ocultos a los ojos del turista. Y, a veces, ni tanto.

Sin más preámbulo, quiero narrarte en esta historia de varias partes cómo llego a mi trabajo desde que bajo del bus en la mañana 1. Tendrás que usar tu imaginación.

Primero, desciendo, por lo general, sobre la acera y encuentro un sinfín de personas que se dirigen hacia sus distintos destinos, sean centros laborales formales, o en busca de ganarse la vida durante el día.

El piso se percibe con manchas, algunas, intensas, otras, no tanto. Quizá, el conocimiento o el recuerdo de cómo podrían haberse formado y asentado dichas manchas agrega una intensidad propia y subjetiva al panorama. Donde definitivamente no se erra es en la aureola negra en el piso por el chorro de meado que dejan durante el día (como periodo de 24 horas) los perros y los transeúntes sin rumbo —o, simplemente, indiferentes a la idea del respeto a la ciudad— sobre cualquier elemento que pueda servirles como repositorio. ¿Cómo no usar ese poste para mear?, ¿verdad?

Caminar hasta el punto de cruce son solo unos pasos, aunque usualmente atiborrados de bocinazos entre los buses y micros (diminutivo de microbuses, aunque de “micro” no tienen nada). Tras dejarnos sobre la acera, como señalaba antes, o directamente entre carriles en la propia pista, esperan llevarse a futuros pasajeros. Si el semáforo está en verde para que sigan avanzando, no importa.

Su presencia, sin embargo, en el carril más cercano cubre la visión de lo que puede estar pasando en los otros dos carriles que quedan en el sentido respetivo de la avenida. Algunos peatones se aventuran, es la costumbre. Otros, sin apuro, esperan al rojo para los vehículos, sabiendo plenamente que tal color, en Lima, y sobre todo en lugares como el Centro de Lima, no es garantía de seguridad para cruzar una avenida (o cualquier jirón). ¿Cómo esperar que la señalización tenga algún sentido?, ¿verdad?

Menos mal, el rojo alcanza para llegar hasta el otro extremo de la avenida, para lo cual se pasa por encima de un puente 2. Cuando empecé a usar el transporte público 3 para dirigirme a mi trabajo, bajar en el cruce y llegar caminando hasta el lado opuesto de la avenida, volteaba a la derecha y avanzaba hasta el final de la cuadra para tomar luego la izquierda e ir hasta el fondo. Lo mismo puede recorrerse yendo hacia la izquierda primero y después girar a la derecha, aunque el tramo total resulte más largo.


Notas

1 Por cierto, la base de este texto la escribí antes de setiembre de 2025.

2 Ahora, cruzo por esquina y puente distintos. Cuando escribí originalmente el texto lo hacía como lo cuento.

3 Es decir, el transporte que sigue una ruta predefinida y está pensado para trasladar a decenas de pasajeros a la vez. Puede ser administrado de manera privada o bajo control estatal.

Copilot.

¿Todo bien?