El almuerzo finalizó y volvimos a abordar el vehículo, algo descuidado por dentro. Se hizo hora de retornar a El Tirolés, pero lo descubrimos cerrado, así que cambiamos de punto: su competencia. Estábamos en Oxapampa nuevamente.
Sin duda, el lugar me pareció más agradable que el primero, posiblemente por la acumulación de gente que vimos en el otro lado en la mañana. Ahora, todo era más espaciado y unos jóvenes, vestidos en traje típico, atendían los módulos de productos a la venta. Ellos mismos, al ser notificados, los dejaban para participar en un baile frente al público que se había reunido. El baile tirolés, famoso de Oxapampa.
Para el baile, se invitaba a personas del público a participar. En aquella ocasión, fueron dos varones y una mujer quienes danzaron. Una parte incluye cierta acrobacia, un entrelazamiento de brazos entre cuatro personas que permite, luego, hacer girar en el aire a quienes se encuentran en los extremos. Sin embargo, por los atrasos al durante del tour, fue una pasada muy rápida y ya debíamos ir al siguiente destino.
Nos dirigimos hacia la catarata Río Tigre, ubicada al sur de la provincia de Oxapampa. La van nos dejó en una zona baja y debimos hacer una ligera caminata de algunas pocas curvas. Me encantó ver a mi mamá realizar el breve hike, a quien acompañé durante el trayecto. Arriba, ya no había lugar dónde estacionar. Ese día parecía haber sido un éxito para el turismo organizado. Sin embargo, la presencia de tantas furgonetas no parecía mostrar la presencia de tanto orden.

Donde llegamos, había diversos puestos de venta de suvenires. Descendimos hacia la cascada por las escaleras, de por sí, ya abarrotada. De todas maneras, nos tomamos fotos que nos satisficieron. Naomi también nos alcanzó allí para ver cómo estábamos. Luego, subimos de vuelta. Entre los puestos, había dos loritos, uno con un carácter más abierto que el otro, al que puse en mi brazo.
Para retirarnos, no debimos caminar el sendero de vuelta, sino que ya había subido nuestro vehículo. De retorno, una vez más, camino al distrito de Oxapampa, en la misma carretera tomamos un desvío para ingresar al establecimiento al aire libre donde se encuentra el Manantial de la Virgen. El lugar, al cual se ingresa previo pago (5 soles aquel día) tiene tres pozas de agua natural donde es posible bañarse y, yendo por un costado, se llega rápidamente a una de sus paradas más representativas.
En el pasado, el fundo había sido sede de una fábrica de gaseosas, Oxacola, y después fue adquirido por una determinada familia (en la web encontrarás que se trata de una familia llamada Frey). Según se informa, el agua que fluye del subsuelo en esta zona es muy pura y rica en minerales. Los pobladores, en honor a la Virgen María, construyeron una gruta sobre la cual se encuentra una estatua suya.

Hay un folclore asociado al lugar en cuanto a historias. Si bien lo respeto totalmente, no necesariamente lo asumo. Naomi nos contó que, si se consumía el agua de la gruta, al agacharse y ver hacia el fondo, era posible ver una imagen de la virgen iluminada. La verdad es que nadie la vio. No obstante, el agua que de allí se obtiene posiblemente sea la más rica que he probado en vida.
Otro de los dichos es que, si al ingresar en las pozas se siente el agua caliente, es que uno está libre de pecado, o algo así. La verdad es que el agua estaba fría. Cuando habíamos llegado a la localidad, ya empezaba la noche y oscurecía rápido. Sin embargo, fuera de un tour, puede visitarse y pasarse tiempo de relajo allí.
Me dirigí a la poza de al fondo. Introduje mis pies y me fui acostumbrando rápidamente al agua fría. Mi hermana, que me había acompañado, no se animó a lo mismo.
En un momento, vino también Naomi (una guía “empeñosita”, como la recordaría mi mamá después con cariño). No voy a negar que su presencia me generaba cierta emoción. Le pregunté si ella era de Oxapampa, y lo afirmó con mucho orgullo, agregando que es el lugar donde quería estar y mantenerse. Me pregunto qué habrá pasado por su mente al oír mi pregunta, y si habrá tenido experiencias previas con personas que le hayan hecho sentir que no era la mejor decisión quedarse. O si habrá sido una reacción inconsciente en la que, frente a una posibilidad de vida en pareja, establecía con plena convicción su condición de no mudarse. Pero son solo conjeturas de mi pensamiento. Imaginaciones platónicas.
Me preguntó si sentía el agua caliente. Le respondí que no con una sonrisa.
Finalmente, quedaba un lugar por visitar, una fábrica donde nos explicarían el proceso de fabricación de productos a base de cacao. El primer establecimiento al que nos dirigimos ya no estaba atendiendo, pero luego arribamos a Monkun, donde tuvimos nuestra experiencia. Fuimos instruidos al respecto y pasamos a una degustación en la tienda, donde también compramos.

El tour había terminado. No recuerdo dónde pedimos que nos dejara el vehículo. Solo sé que, al bajar, toqué el hombro de Naomi, sin mirarla, para agradecerle por todo. Quisiera ser en este momento Javier Marías para hacer un análisis con incansable profundidad de esta extraña coyuntura, indefinida, respecto de una vivencia tan común, un sentimiento tan simple, quizá tan iluso, y un tiempo que, a cada instante, deja cada micro situación, grandiosa o no, en el pasado. Sin embargo, tan solo estoy aquí, tan lejos, en tiempo y distancia, en vida vivida y futuro por vivir. No puedo esperar que vaya a ser diferente, ya sea hacia el siguiente viaje o pensamiento, acompañado de un recuerdo que podría valer, tranquilamente, una vida entera, a pesar de tratarse de una imaginación, una ensoñación, que no iba a poder ser.
Decidimos, esa misma noche, indagar por el próximo tour. Ingresamos primero a una agencia cuya página web había visto en Lima. Luego, regresamos a la misma agencia inicial y preguntamos por las opciones. Nos atendió un guía a quien calificaría de memorable: Marino. En aquella explicación, no solo su manera de contar nos atrajo bastante en cada opción, sino que fue absolutamente transparente en cuanto a los costos adicionales que íbamos a tener que pagar si decidíamos acceder a ciertas atracciones. Nos decidimos por Pozuzo y Villa Rica en los dos días consecutivos, respectivamente, y tuvimos hasta descuento.
Ya solo quedaba regresar al hospedaje y esperar por la siguiente aventura. De por sí —adelanto—, Pozuzo significaría para mí una gran “revolución” de visión de mundo.


