Cuando ella entró al escenario, lo hizo con tal soltura que parecía andar sobre un lugar de su plena confianza y frente a gente a quien conociera de tiempo. Lo cierto, sin embargo, es que viajó de lejos para ofrecer un concierto de piano al público que la fue a ver al auditorio del colegio Santa Úrsula, el décimo concierto de la Temporada de Abono 2024 de la Sociedad Filarmónica de Lima.
Anna Geniushene es una moscovita nacida el 1 de enero de 1991 y que debutó en un recital con tan solo 7 años, según cuenta la reseña. Anna es una persona que solo requiere de una sonrisa para transmitir la sensación de tranquilidad, como estando en casa, aun cuando es ella quien se encuentra a miles de kilómetros de la suya. Pero no es todo: una alta concentración llega a su rostro con tan solo sentarse frente al instrumento, un objeto aparentemente inerte, pero que en realidad tiene vida propia y ruega ser utilizado por alguien como ella. ¡¿Qué más querría un piano que ser llevado a su máxima expresión?!
Nos ofreció a Schubert y Brahms, como comparto del programa de mano al final de este texto. Mientras la escuchaba, no podía ignorar sus movimientos al tocar, sus pequeñas “exaltaciones”, los cuales eran el reflejo de sus tiempos y espacios, de su suavidad e intensidad, todo ello, conformando una capacidad tan naturalmente avanzada para marcar el sentimiento que corresponde a cada nota, transformando la pieza en una expresión musical colmada de matices, a tal punto de que pareciera estar narrando secciones de una vida. Y es inevitable desviar el pensamiento hacia las sensaciones que pasan por el cuerpo en la medida que esa “historia” va desenvolviéndose a sí misma. Como si la música salida de sus manos, que se vuelven una con el piano, se amoldara a lo que cada uno de nosotros, sus tristes espectadores, es y ha sido.
A raíz de esta percepción, me preguntaba también, ante mi desconocimiento e insuficiente exploración de estos lares, ¿qué es lo que diferencia a un músico de otro cuando interpretan una misma partitura? Posiblemente, cobre allí vigor el verbo “interpretar”: en la misma forma en que, si se da un mismo guion a distintos actores o actrices, o directores o directoras, van a producir una experiencia distinta, lo mismo sucede en la música del género al que me refiero; una música que es el género total. Y tal interpretación, más que obviamente, va a depender de un sinfín de factores que podrían resumirse (una palabra avezada), solo con fines didácticos, en los siguientes (y en distintas intensidades):
La formación académica en distintos momentos de la vida, tanto en el ámbito de la música o como en otros | El entrenamiento | La experiencia en vivo (profesional o no) | La experimentación e innovación (en vivo o no) | La dirección recibida para tocar las piezas | La experiencia de vida (y toda la alegría y dolor que acarrea) | Las creencias, de haberlas | El momento de vida en que se está realizando la interpretación | La cultura musical en que uno creció | La cultura musical en que uno se formó | La cultura musical que uno adoptó | La música que uno ama | Las personas que uno ama (y las que uno odia) | Lo que uno ama (y lo que uno odia)
Seguramente, me quedo corto. Lo que cada persona es desde su ser interior, desde toda su profundidad, no puede llevar etiquetas, y yo expreso mi absoluto agradecimiento a Anna Geniushene por su tan clara unicidad desplegada en su manera de ofrecer su música a las personas, neófitas o no, que puedan llegar a escucharla.
Programa
Franz Schubert (1797 – 1828)
Sonata para piano N° 19 en do menor D. 958
Allegro
Adagio
Menuetto: Allegro – Trio
Allegro
INTERMEDIO
Johannes Brahms (1833 – 1897)
Scherzo, op. 4
Tres preludios corales, op. 112
Preludio N° 8
Preludio N° 9
Preludio N° 10
Sonata N° 1 en do mayor, op. 1
Allegro
Andante

Nota. La base de este texto la escribí el 22 de setiembre y la edité el 1 de octubre.
