En un mundo de arena camino.
Horizonte, ninguno hay.
Me queman los pies:
el inclemente sol, sin barreras,
ha dejado ardiendo a mi alrededor
todo.
Mi andar, a donde quiero llegar,
no me está acercando.
Tal vez, no he sabido
tomar las decisiones correctas,
y lomas que aún debo recorrer
son lo único que observo,
con la esperanza de poder, más allá,
ver.
Y, sin embargo, tú eres ya
parte de las arenas del tiempo,
la personificación del eterno retorno.
Una melodía oigo en el viento.
¿Es acaso una inspiración tuya?
¿Sabes tú que la puedo reconocer?
Llega, como anunciando que algo grande está
a la vuelta de la esquina,
algo que, por encima del hombro,
no puede mirarse.
No debe mirarse.
Es momento de aceptar que no puedo evadir el enfrentamiento
con una inmensidad
invisible.
La escucho, no puedes engañarme.
La sangre en mis venas empieza a arder
como el suelo inestable
que piso.
Notas se disparan en todas direcciones
y ahora sé: la orilla está cerca.
Lo sé, porque una silente calma embarga mi espíritu.
Y la escucho otra vez.
Esta vez, el anuncio es de gloria,
está empezando.
Nos hemos salvado.
Has sufrido, lo sé.
Compartimos el amor por el sueño de tener,
en siglos distintos, a nuestra ilusión entre los brazos,
pero en mí es solo un pensamiento
fugaz.
En cambio, tú, quien fuiste más grande que todo aquel
que pudo pensar que una sociedad particular era suficiente
para delinear la vida,
pudiste amar, después,
a la otra ella;
de sus entrañas,
la bendición de tu verdadera vivencia del amor.
Aquella que se lleva sobre la piel
a donde vayamos.
Y aquí llega ya.
La siento por todo el aire,
y enciendo mi ser mientras el agua
revienta contra mi cuerpo.
La alegría se derrama como lágrimas
por mi pecho,
y caigo de rodillas.
Después de todo, de esto se trataba la vida.
Esta vez, cerrados mis ojos
me permiten ver,
y me sumerjo en el mar de la dicha
y el nuevo comienzo,
nunca único.
Coros bajan sobre mí y los saludo,
y me saludan,
y me colman.
La máxima oda al mundo
de tus partituras
ha salido;
ellas, llenas de virtud,
la misma virtud con la que espero estar a la altura
del gran reto,
aquel que todos debemos atravesar.
Esta ha dejado de ser una inmensidad invisible.
No hay mayor belleza que estar parado
frente a la vida
y avanzar hacia ella,
como hago yo ahora.
Paso a paso, me sumerjo más.
Por medio de la virtud, como me enseñaste,
como nos enseñaste,
una vez más.
Por tu convicción y tu dedicación,
y una imaginación que llegó a confundirse
con el propio cielo,
fuiste más grande que la delimitación
de la historia.
Desde aquí, yo te saludo,
Ludwig.
Texto inspirado en la obra teatral Inmortal, escrita y dirigida por Lucho Tuesta, filmada el 20 de noviembre de 2020, donde participaron Fiorella Pennano en la voz de Josefina; Silvia Valdivia en el piano y en caracterización de Minona; y Roberto Moll como quien ya podrían imaginar.

Nota. La portada y todos los cuadros son capturas de pantalla que tomé para la publicación que finalmente están viendo.
