Teoría sociológica y el camino que no seguí

La primera versión del siguiente texto la escribí el 24 de setiembre de 2022. Para su publicación en este blog, lo he editado sin afectar la temporalidad expresada.


Pienso en mi vida del 2012 al 2016. Fue el tiempo que me tomó completar mi segunda maestría. De la manera como comencé a la manera como me vi cuando terminé, quien había sido había dado un vuelco total. Me encontraba en una etapa totalmente distinta de vida. El 2016 fue un año de muchas complicaciones, pero también de grandes experiencias y nuevos aprendizajes, algunos gratos y otros no tanto.

Sin embargo, no estoy aquí en esta oportunidad para hablar de mi vida personal (o bueno, de mi vida más personal), sino para comentar algunas percepciones y sensaciones que me ha suscitado la lectura de Teoría sociológica. Enfoques diversos, fundamentos comunes, libro escrito por Orlando Plaza (Fondo Editorial de la PUCP, 2014), un importante exprofesor de Ciencias Sociales de mi universidad que ya no está entre nosotros.

En setiembre de 2016 recibí mi título de magíster en psicología comunitaria. A este día, cada cierto tiempo (en intervalos prolongados, eso sí) he pensado en cómo expresaría el por qué decidí estudiar ese programa de posgrado. Mis respuestas mentales siempre terminan siendo complejas y nunca llego a concretar alguna, ya que me canso y dejo el esfuerzo de lado.

O quizás, mucho de lo que intento dar sea solo una pantalla: la verdad es que, hacia el 2011, me sentía tan disminuido, tan atrás en el mundo, que ni mis dos títulos logrados aquel año (de ingeniero industrial luego de un fiasco de experiencia de tesis, y como magíster en ingeniería industrial, luego de una experiencia de tesis espectacular) me habían hecho sentir con los pies firmes sobre la tierra.

Necesitaba apelar a aquello en lo que más podía destacarme y diferenciarme: seguir estudiando programas importantes y distintos, bajo la idea de no sentirme “en el aire” en ningún ámbito. Salí totalmente de la ingeniería para sumergirme en unos estudios que pusieron contra la pared a toda mi constitución académica —por mi propia debilidad—, muy ligada a la manera como me percibo a mí mismo. Y, si bien no salí del todo satisfecho con el programa, sí lo hice respecto de lo que me llevé como propuesta de crecimiento académico.

El programa, eso sí, despertó al gigante semidormido de la lectura y la exploración académica en mí. Me dio base, me dio estructura, pero no por sí mismo, sino por la decisión que yo tomé para aprovechar esa base y estructura. En adelante, nunca más dejé de explorar el conocimiento, especialmente el ligado a las ciencias sociales y humanidades.

En ese camino de exploración, llegué al libro de Orlando Plaza, el cual he terminado de leer hace casi una semana. El avance definitivo lo hice mientras tomaba mi descanso médico por Covid-19, un virus que no pensé que me alcanzaría, pero eso será materia de otra publicación.

No sé si debí postular, mejor, a la maestría en sociología. No sé si lo que realmente buscaba era la sociología y no tanto la psicología comunitaria. No obstante, la psicología comunitaria, como idea, es muy atractiva: eso no cambia. Lamentablemente, como la conocí, o como la experimenté en mi universidad, fue muy endogámica. Una de sus bases es rescatar el conocimiento local y ancestral, pero a la vez ignorar, y hasta rechazar, lo que viene por fuera, con énfasis en la manera de hacer occidental.

Quienes se mueven en la psicología comunitaria no tienen ni idea de cuánto se beneficiarían de las ciencias sociales. El libro de Plaza es una de las más brillantes revisiones bibliográficas que he leído. Es un libro total: la sociología retratada de canto a canto, su relación con la historia y la preponderancia del pensamiento de autores atemporales como Weber, Marx, Durkheim, Habermas, Arguedas, Quijano y tantos otros.

Las propias referencias bibliográficas son un compendio de todo lo que se necesita leer en una vida que sea dedicada a la sociología. Pero, para algunos, una vida no alcanzaría.

Lamentablemente, no todos los pasajes los pude seguir con la claridad de entendimiento que hubiese querido, ya que, en más de una ocasión, ante mi falta de formación sociológica, el texto se tornaba bastante abstracto, a la vez que complejo por el impresionante cruce de referencias bibliográficas.

Sin embargo, es un libro de estudio, muy necesario para toda persona interesada en las ciencias sociales, y en especial aquellas con una carrera en sus ramas. ¿Por qué lo digo? Porque Plaza resalta una gran cantidad de conflictos argumentativos generados entre las distintas corrientes de pensamiento y cómo se estructuran. En ese sentido, es un libro con una postura sumamente “democrática”, ya que permite ver que, en la sociología, hay un conjunto de maneras centrales —marcos de referencia— desde las cuales se puede interpretar el mundo y construir la argumentación correspondiente. No hay espacio para el pensamiento unilateral. En ese sentido, quien lo lea y lo entienda sabrá que no hay un único camino para abordar una problemática en las ciencias sociales.

Aun así, al no ser totalmente carente de base, pude entender bastante de lo escrito. Si bien no lo fue todo, es un libro para visitar nuevamente, pero no inmediatamente. Lo que seguiría sería leer algunos textos de la base bibliográfica, conocer el pensamiento de los grandes autores citados, y luego regresar a Plaza, otro gran autor.

Será la trayectoria de una vida. Es una de las razones por las cuales las bibliotecas y librerías son dos de las creaciones más fundamentales del mundo que habitamos.

¿Todo bien?