Lovecraft

“That is not dead
Which can eternal lie
Yet with strange aeons
Even death may die”
H. P. Lovecraft

Fue en una de las ferias del libro a las que fui hace muchos años; quizás, la primera. Estaba motivado a comprar libros de temáticas diferentes, y me crucé con un autor que había resonado en mi cabeza desde ya tiempo. (No, ¡no al autor mismo!)

¿Desde cuándo había resonado su apellido en mi mente? Sí, desde la primera vez que vi la portada del Live after Death de Iron Maiden. No solo es mi banda favorita, sino que esa es una de las portadas de álbum más espectaculares que he visto. Pareciera decir, “yo no muero, sino que vivo por siempre”. O, “soy capaz de romper las cadenas que impiden mi renacimiento”. Estar atado sería estar muerto. En el arte, sin ser un conocedor, mucho de su disfrute depende de la conexión que la persona realice con la imagen.

Pero fue la lápida, claramente asentada en tierra y de un amarillo que contrasta con el turbulento azul (y hace juego con los colores del Boca Juniors), la que me mostró el nombre del prolífico autor, en la firma de una cita textual de no sencilla traducción a primera vista. Es más, luego de una búsqueda rápida en la Web, me enteré de que, aparentemente, la versión más común del texto al que pertenece lleva “and” en lugar de “yet”. Se trata de La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu, en inglés), un cuento clásico (hasta Metallica le dedicó una canción) que no he tenido oportunidad aún de leer.

Un poco dañada por la mala limpieza que le apliqué una vez. Como sabrás, la humedad de Lima lo corroe todo.

Cuando vi su trabajo en las estanterías, no solo me atrajo El horror de Dunwich por el impacto del apellido del autor, sino por la portada de la edición de Biblioteca temática de Alianza Editorial: el azul (bueno, en realidad, es más como un morado azulado) y amarillo que también habían sido parte de la portada de Iron Maiden. Lo añadí a mi biblioteca.

No es mi intención hacer una reseña histórica del autor, pero sí puedo citar a August Derleth (1963) en su ensayo introductorio para decir que “Howard Phillips Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 en Providence, Rhode Island, de Winfield Scott Lovecraft y Sarah Susan (Phillips) Lovecraft, ambos de ascendencia predominantemente inglesa”.

Asimismo, que

No puede decirse que tuviera suerte con sus padres. Su padre era un pretencioso viajante de comercio, que fue puesto bajo curatela cuando Howard tenía tres años, y murió de paresia cinco años después. Su madre era una muchacha, aunque atractiva, superprotegida y refinada, mal dotada para hacer frente al mundo; una mujer que, debido al fuerte impacto que le produjo la enfermedad y muerte de su marido, descargó sobre el hijo todo el resentimiento que debió sentir hacia su cónyuge, intentando por todos los medios convencer a Howard de que era un chico “feo”, aunque ello distaba mucho de ser cierto.

Cada vida es única e irrepetible. Cada vida tiene sus propias particularidades y las personas se ven afectadas por decisiones directas e indirectas de otras personas, y de las suyas propias, y todo ello en el contexto sociocultural de la época donde uno se formó y de sus propias posibilidades, y de sus seguridades e inseguridades, y de su voluntad para aprovechar una oportunidad u otra, tomar un camino u otro, o no aprovechar ninguna oportunidad ni tomar ningún camino.

Lovecraft, como le llamaré, en el transcurso de su vida, se sumergió en el mundo de lo oculto, lo prohibido, la naturaleza oscura, la fantasía aplicada al suspenso y al terror. Habiendo leído únicamente los cuatro relatos que componen el libro (“El horror de Dunwich”, “El modelo de Pickman”, “El susurrador en la oscuridad” y “El extraño”), me queda muy claro que su estilo no es la generación de experiencias estridentes en la mente del lector, sino de la pausada y detallista construcción de una realidad que no termina de develarse del todo sino hasta el final, donde lo que prima es la introspección de los personajes más que sus reacciones: ¿qué piensan?, ¿qué sienten?, ¿qué están interpretando de la extraña realidad que los sofoca?, ¿qué están temiendo que les puede suceder?, ¿qué caminos pueden seguir?, ¿qué esperanzas podrían tener?

Un personaje de Lovecraft se siente como estar uno mismo en un vacío, en una incertidumbre a la cual, una vez que se ingresa, ya no se puede salir. No hay escapatoria para ese terror. Es como un trance emocional del que todos nos hacemos parte. El espléndido uso del lenguaje descriptivo intensifica el poder de la realidad que vamos formando en nuestras mentes, y quedamos más dispuestos a creer en la posibilidad subyacente que representan los elementos fantásticos narrados respecto de otras “fantasías” de la realidad que vivimos que sabemos que no son ciertas. El poder de la interconexión entre el pensamiento y la escritura es uno de los logros más grandes de la humanidad, y Lovecraft lo poseyó.

De los cuatro cuentos, sobre los cuales no deseo dar ninguna pista, aunque están entrecruzados por criaturas extrañas e imposibles que salen a la luz, o a la oscuridad, el de mayor alcance es el que da título al libro, “El horror de Dunwich”, aunque “El susurrador en la oscuridad” no se queda atrás. “El modelo de Pickman” y “El extraño” son más cortos, pero no menos contundentes. Todos ellos dejan pensando, sin embargo, en “¿qué tipo de horrores andarán sueltos por el mundo y del que no tenemos ni idea?”. Quizás, esos horrores sean los que nosotros mismos hemos producido como humanidad, desde los lugares más recónditos del mundo hasta lo más local, lo más cercano.

O quizás, esos horrores sean los que habitan en lo más profundo de nuestro inconsciente y del que no tenemos el más mínimo control, ante lo cual solo nos queda seguir viviendo como personas comunes y corrientes, tratando de hacer las cosas lo mejor que podamos. Pero Lovecraft lo sabe: nos ha mostrado los abismos más profundos de nuestro ser a través de su horror.

Como cierra Derleth el primer capítulo de su ensayo,

Durante el otoño y comienzos del invierno de 1937, su salud sufrió un grave deterioro del que ya no habría de recuperarse. A finales de febrero de 1937 se le trasladó al hospital Jane Brown Memorial de Providence. Allí moriría, a primeras horas del 15 de marzo de ese mismo año, de cáncer intestinal complicado con nefritis crónica. Tres días después fue enterrado en el panteón de su abuelo Phillips, en el cementerio de Swan Point. Aun cuando su nombre aparece inscrito en la losa central, ninguna lápida señala su tumba.

Gracias, H. P. Lovecraft, por mostrarle al mundo, junto con otro verdadero maestro, E. A. Poe, lo que es el verdadero terror: la fantasía hecha realidad a través del impacto, y no un montón de chiquilladas llenas de gritos histéricos.

Esperaré a leer una versión oficial en español para compartir no solo su traducción profesionalmente realizada, sino también el contexto de la cita.

Sobre la versión del libro:

Alianza Editorial. 1998, 1ra edición en Biblioteca temática. 2009, quinta reimpresión. Madrid. Traducción por Aurelio Martínez Benito. Título original: The Dunwich Horror and Others-The Best Supernatural Stories of H. P. Lovecraft.

¿Todo bien?