Ciudad cualquiera, ciudad extraña, ciudad conocida

002 Ciudad cualquiera

Ciudad cualquiera, obra para la que recibí invitación una vez más de parte del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, representó para mí el volver a ver a Andrea Luna en persona, alguien de quien años atrás era seguidor. De modelo a emprendedora, ahora está principalmente dedicada a la actuación. Es la tercera obra en que la he visto, siendo las dos primeras Romeo y Julieta y El hombre del subsuelo (esta por tres veces). Sigue tan encantadora como siempre, tan suave en sus expresiones, tan fina y carismática, tan bajada a la tierra, sin aires de superioridad y con tanto talento. Cada vez que tuve la oportunidad de interactuar con ella, fue siempre muy amable conmigo y por eso guardo un muy bonito recuerdo de su persona. Sin embargo, en el tiempo me desligué de su imagen en mi mente (maduré), y está todo bien.

Pero volvamos a la obra. Según su director, Renato Fernández, «Ciudad cualquiera trata de la depresión desde la luz». En realidad, no puedo saber qué significa eso, pero, efectivamente, la obra explora distintas formas de depresión a través de sus muy peculiares personajes y a modo de comedia dramática. En sí, si bien la obra es bastante dinámica –cada actor o actriz interpreta a dos o tres personajes que se intercambian entre sí incontables veces– y presenta situaciones dirigidas a obtener una sonrisa del público, es difícil entender la obra como solo una comedia debido a lo que se está observando. Y más cuando, en mi caso particular, he conocido la depresión de cerca.

Todas estas historias van desarrollándose a lo largo de la obra y, en algunas ocasiones, llegan a cruzarse. En el tramo final de la obra, incluso, hasta los personajes se intercambian entre los actores y actrices. Y las historias, además, muestran facetas de la depresión y cómo, muchas veces, la persona construye una fachada de sí misma para ocultar lo que es o está viviendo en el interior, hasta el punto en que se sumerge en una ilusión y realmente llega a creer que se trata de la realidad. Pero es un estado frágil, porque una sola conversación con alguien que le diga, desde la intelectualidad, las características de esa ilusión, basta para no encontrar cómo refutar esas palabras dentro de sí misma, con lo cual la burbuja se rompe. Y se da también que esa persona intelectual está pasando por el mismo problema, y está viviendo la cruda realidad de no poder sentir.

Así y en adelante, es una obra para ver y analizar. Su final no es tan «depresivo», sino esperanzador, pero detrás de esa escena queda el contexto de sufrimiento interno por una enfermedad mental que hace estragos en la gente que la padece. Y no es una situación para tomarla a la ligera. Si empiezas a sentir los síntomas de la depresión, lo mejor será que no te quedes de brazos cruzados. El soporte de persona a persona, quizás el más fuerte de todos, también es mostrado.

Saludos.

3 comentarios sobre “Ciudad cualquiera, ciudad extraña, ciudad conocida

  1. Por lo que contás, depresión desde la luz podría referirse a cómo se ve la depresión desde una óptica de conocimiento… el espectador tiene la luz, entiende lo que le sucede al personaje porque la historia se narra desde afuera… (pero es sólo una suposición mía) la persona en depresión no puede analizar lo que le sucede porque por más que se lo digan está inmersa en la oscuridad….

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    1. Yo diría que tienes razón. Es una perspectiva que no había adoptado. Es más, añadiría que, además del espectador, está la situación entre los mismos personajes de la obra, en la cual la oscuridad que señalas se la muestran ellos entre sí, con lo cual se hace observable (e incluso reconocible como depresión) en la interacción cotidiana. ¡Gracias por tu comentario!

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¿Todo bien?