Este soy yo en mi trabajo esperando el 18 de diciembre de 2015, estresado. Las cosas no andan bien por aquí. El 17, jueves, fue uno de los mejores días de mi año; quizás cuente algo de eso en algún momento. No solo el 18 iniciaba una serie de viajes por el Perú, sino también era el día más importante de una temporada para alguien a quien guardo gran cariño. Sin embargo, no me era posible alentarla y aplaudirla ese día porque tenía que partir.
En julio de ese mismo año había ido con un grupo organizado de Lima a una escalada rápida en Arequipa que incluía como principal cumbre la del volcán Chachani, entre otras que se iban a recorrer en el descenso. Todo de corrido: de la noche a la mañana del día siguiente. No estuve suficientemente preparado para ese recorrido y fallé en la montaña.

No conozco con certeza cómo le fue al resto excepto algunos, espero que muy bien. No es información que necesite saber. Quedé con el orgullo afectado y me prometí regresar. No era la primera vez que visitaba Chachani, por cierto. El año anterior ya había alcanzado su cumbre, una experiencia inolvidable, pero esa ya será otra historia. De ahí es que obtuve el logo de este blog.
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A raíz de unas ofertas en LAN, decidí no aplazar más la compra de mis pasajes hacia Arequipa, y lo hice el 8 de setiembre. El momento me llevó también a pensar en otro viaje, Cusco, y, posteriormente, uno de mis mejores amigos, Shengxiang, me animó a hacer un salto a Puno. Listo, vamos. Por mi parte, estaría por allá, Puno departamento, del 18 al 22 de diciembre; retornaría para pasar Navidad en familia.

Lo digo así porque el avión llega a, y parte de, la ciudad de Juliaca. Por ello, sabía que debía ver la manera de transportarme de allí a Puno a mi llegada, la noche del 18. Ese mismo día en la tarde hice mi reserva a través de la página de la agencia Inca Lake. El precio que pagué fue 10.50 dólares, conformados por el costo de transporte (agencia America Tours), la comisión de Inca Lake y la comisión de Visa.
En el aeropuerto, el vuelo estuvo demorado. LAN quiso compensarnos dándonos WiFi gratis. Comuniqué la demora a Inca Lake: el servicio incluía la espera con un cartel con tu nombre. Finalmente, subimos al avión, que partió poco después de las 7:00 p.m., inicialmente programado para las 6:35 p.m.
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Juliaca está a 3824 msnm. Me habían comentado que, cuando uno llega allá y baja del avión, siente el choque de la altura. No me sucedió, lo cual atribuyo a mi regular actividad de hiking. Lo que sí me sucedió fue que, poco a poco, debido a la baja temperatura, mi cuerpo empezó a enfriarse rápidamente.
Recogí mi maleta y empecé a salir: allí encontré a una señorita (después descubrí que era una coordinadora o administradora de America Tours) con mi nombre en un cartel. La seguí. Salimos del aeropuerto y me pidió que hiciera cola para subir a una van que estaba casi llena.
En ese breve trayecto y durante la espera en cola (no tenía forma de cola en realidad), recordé a la persona que mencioné en el primer párrafo de esta historia. Tenía unas ganas increíbles por saber cómo le había ido. Vi el resultado por mi celular, no pude evitar emocionarme en un instante. Le había ido excelente, había triunfado. Quería saber más, pero el momento no se prestaba para eso. En cambio, de repente la van se llenó e inició su recorrido. Me había quedado afuera con otras personas, pero un señor llegó y nos indicó que vayamos a otro carro (dentro del mismo estacionamiento del aeropuerto), un station wagon. El señor, que era el conductor, empezó a cargar las maletas y me dejó para el final. Resulta que ya no había espacio para mi maleta ni para mí. Le reclamé, pero se hizo el desentendido.
Regresé al aeropuerto y me dirigí a la señorita con quien me encontré al inicio. Le comuniqué la situación y se hizo responsable por mí. Me puso en otro station con otras personas y, de esa manera, emprendimos el viaje de una hora a la ciudad de Puno. Fui atrás, pegado a la ventana derecha. Me parece que el viaje en station es bastante más caro que en van, pero no intentaron cobrarme más.
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Estoy viajando a Puno. Pienso en ella, lágrimas aparecen y empiezan a caer por mis mejillas. Ella había alcanzado un gran objetivo y me sentía contentísimo por eso. Lágrimas de alegría y cariño. Junto con muchas otras personas, la había apoyado para lograr aquella gran meta. Llamé a mi hermana para que me contara los detalles de aquella fecha final y así lo hizo según lo que llegó a presenciar.
Quería escribirle, comunicarme con ella, felicitarla. De alguna manera, lo hice posteriormente. Siempre le desearé lo mejor. No es necesario decir aquí quién es. Lo que me interesa mencionar es que, como parte de esta historia en Puno, había alguien presente en mi mente, y eso es todo.
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Fui el último en bajar. Sin embargo, cuando estábamos a dos cuadras del hostal, ubicado dentro de un pasaje, no sabíamos cómo encontrarlo: no nos alcanzaba la visión para identificar el pasaje, pero era cuestión de explorar un poquito. Quise enseñarle el mapa al conductor, pero fue infructuoso. Llamaron a otra movilidad, una van, que vino hasta donde nosotros y me pidieron trasladarme allí, tan solo para localizar el pasaje en un minuto y avanzar esas dos cuadras.

Shengxiang, maestro (realmente) del regateo y el ahorro, que se había trasladado desde Arequipa con anterioridad y ya estaba en Puno, había encontrado este lugar, Orillas del Titicaca, a dos cuadras del terminal terrestre y tres del puerto principal.
Me encontré con él allí. Me contó que ya había reservado el viaje por el lago Titicaca al día siguiente. Excelente. Nos vamos. Solo quedaba dormir y, naturalmente, esperar al nuevo día.
